21 de octubre de 2010

Violencia Sindical

Los medios llenaron páginas y minutos de TV con la muerte del militante del Partido Obrero el día de ayer en Barracas en una refriega con sindicalistas de la Unión Ferroviaria. La corporación político-sindical (a la Administración Kirchner le gusta denominar a las corporaciones) reaccionó ante este hecho -no al asesinato propiamente dicho, sino a su repercusión- con falsa indignación: "¡No volvamos a la violencia!". La gente común, los que caminamos en la calle, casi que no le prestamos atención al tema. Tiros, muertos, lamentos, frases grandilocuentes. No nos conmueven.

¿Deberían? No. La historia política Argentina es violenta. Desde el 26 de agosto de 1810, día en que Santiago de Liniers y otros jefes contra-revolucionarios fueron fusilados por la Revolución de Mayo, los argentinos no paramos de hacer política de forma violenta. Unitarios contra Federales, Buenos Aires vs. el interior, Radicales contra conservadores, Peronistas y Antiperonistas, Peronistas contra Peronistas: "por cada uno de los nuestros que caigan, caeran cinco de ellos". En fin.

Podría decirse que la violencia política es una marca registrada de la argentinidad. Los políticos, obvio, lo tienen bien internalizado. Por eso se pueden dar el lujo de indultar a los militares genocidas, promulgar las leyes de punto final y obediencia debida o, en un indulto salomónico, dejar libres a Seineldín y Gorriarán Merlo al mismo tiempo. Por eso, el terrorista Chileno Apablaza, vive feliz en su quinta de Moreno mientras en Chile lo espera la justicia. En Chile es un asesino, en Argentina un político.

Entonces, el eterno Antonio Cafiero minimiza los tiros de "Madonna" Quiroz en la reyerta sindical de San Vicente ocurrida hace algunos años: "¿Acaso mató a alguien?" le pregunta a un cronista de televisión. Bueno Antonio, ahora si mataron a alguien. Entonces aparece la sobreactuación. Y Cristina se lamenta, Anibal pide justicia y Moyano (si Moyano), se indigna. José Pedraza, Secretario General de la Unión Ferroviaria, trata de despegarse diciendo "Se puede toleran palos y piedras en un conflicto, pero jamás un disparo". Decodificado, por si se le pasó el sentido: Está bien dirimir un conflicto con palos y piedras. Y tiene razón porque ningún argentino se ha escandalizado con estas declaraciones. Así, "algunos de los muchachos se pusieron un poco nerviosos", "no lo justifico, pero los entiendo", "¿y que quieren? La gente tiene bronca", y demás excusas para apañar a "los muchachos" serán siempre aceptadas. El "siga siga" del fútbol en la política.

Justamente, no es casual el vínculo entre este deporte y la corporación ante dicha. Barra bravas que son fuerza de choque de la política, políticos que son dirigentes de fútbol. Y estos, otra vez nos meten una excusa corporativista para apañar sus conductas antisociales pero comúnmente aceptadas: "la violencia en el fútbol es reflejo de la violencia social". No, no es reflejo de la violencia social. Es reflejo de la violencia político-sindical.

Y, mientras tanto, la izquierda ganó otro "martir". Porque, digamoslo claro, la izquierda busca mártires, los ama, los ensalza y los usa hasta el artazgo (Teresa Rodriguez, Kosteki y Santillán). La izquierda no es ajena a la violencia con sus cortes de calles y autopistas y las marchas portando palos y a cara cubierta. Entonces, en nombre de Mariano Ferreyra, el muerto, la izquierda tendrá otro día anual de corte de puente sobre el Riachuelo. Otro día para marchar con sus palos y sus máscaras y sus consignas revolucionarias y su violencia.

No hay comentarios: